Como yo lo entiendo. Los demonios están mucho más cerca de
lo que pensamos. Yacen en nosotros, escondidos dentro de nuestros pensamientos.
Ahí están mientras realizamos las tareas cotidianas y debes en cuando salen
para llevarnos de aquí a allá.
Pero cuando algo nos altera. Cuando algo logra irritarnos lo
suficiente como para que nos enfademos. Ahí es cuando más se lucen, cuando
muestran sus armas y logran gobernarnos. Porque este es su fin, lograr gobernarnos,
lograr hacerse dueños de nuestros actos impulsivos y llevarnos sin darnos
cuenta a una cadena de pensamientos que no hacen más que combustionar el enfado
y la ira. En ese momento es cuando más se están alimentando de nosotros y más a
gusto están.
Pero por suerte tenemos aliados. Pensamientos de culpa y el
buen discernimiento que aplacan el fuego de la ira y nos hacen caer, desde lo más
alto del enfado a la más profunda melancolía. Porque cuando la ira se va, nos
invade la tristeza. El cuerpo se fatiga por la sobre carga de energía, las
manos tiemblan y sentimos extrañas sensaciones en el estomago, como si todo se
hubiese revuelto. Y el llanto se apodera de nosotros.
Creemos que lloramos porque nos dolió lo que nos hicieron,
la situación nos sobre paso. Pero no vemos la realidad, los demonios que nos
gobiernan, y culpamos a otros. Fuimos nosotros que le dimos las riendas de
nuestra vida a los malos amos que nos llevaron por el peor camino.
Y si pudimos con el llanto, aplacar la ira, quedarnos con el
vacio. Luego sobre viene la alegría, la inexplicable alegría que nace luego de
la melancolía, ocupando ese vacío. Y ahora la sensación es de tranquilidad, porque
los demonios ya se fueron. Abandonaron por ahora el campo de batalla.
Pero la guerra continúa. Día tras día se libra sin que nos
demos cuenta. Y ellos están siempre dispuestos a dar una nueva batalla cuando
las condiciones los favorecen.
¿Librarnos de los demonios? Esa es otra historia. Por ahora
tratemos de verlos, entenderlos y conocer donde están. No puedes ganarle al
enemigo si no puedes verlo. Y preparémonos para pelear cuando arremeta contra
nosotros.
Paz, amor y buena a venturanza. Que la vida es divina para
vivirla y cada experiencia son un paso más en el largo camino de la
autodisciplina.