lunes, 18 de enero de 2016

Déjala ir


Habia una vez un hombre solitario que vivía tranquilamente en su pequeña casa de ciudad. Un día que estaba arreglando las plantas de su jardín encuentra un huevo de pájaro en el césped, lo primero que atina a hacer es mira para arriba, mira para los costados para encontrar de donde había venido ese huevo. Luego pasa a inspeccionarlo, parecería estar sano y a salvo por lo que decide tomarlo e incubarlo, ya que no le parecía correcto dejarlo ahí tirado presa de cualquier gato del barrio que pasase por ahí. Por medio de lamparas, algunos trapos viejos y una caja logra improvisar una cama para el nuevo integrante de su familia.
Sin saber si el huevo contenía algo seguía incubandolo esperando que una vida apareciera. Un día el huevo se rompió y un diminuto pico salio de él. El hombre saltaba de felicidad, el el nuevo integrante había llegado, su vida tranquila tenia un vuelco y ahora algo completamente nuevo llegaba a él.
El hombre cuido y protegió al ave durante su pequeña infancia. Triturando y combinando semillas con pan aprendió a alimentar al pequeño pájaro. Vio el gran crecimiento en poco tiempo, como paso de comer pan húmedo con semillas trituradas a insectos vivos, jugando con su comida a dejarla escapar y atraparla. El hombre se divertía muchísimo charlando con el ave y disfrutaba el cuidarla y enseñarle nuevas cosas. Se había convertido en su pasatiempo favorito y vivía pensando en cosas nuevas para mostrarle. Con el tiempo el ave creció y creció desarrollando su cuerpo y sus alas hasta que un día sentados los dos en el jardín luego de un rico almuerzo pasaron unos pájaros volando por el cielo y el ave le pregunto al hombre.
-Cuando podre yo volar como esos pájaros mayores?
Un frió sudor recorrió todo su cuerpo, todo ese esfuerzo, ese trabajo que día a día dedico y ese tiempo que invirtió se iría volando por encima del muro, por encima, por donde él nunca podría ir a buscarlo y desaparecería de su vida dejando al hombre nuevamente solo en su "nido".
Atino apenas a contestar que el mundo exterior era peligroso, que todavía no estaba preparado para enfrentar todos esos riesgos pero que él lo ayudaría a prepararse.
Esa respuesta tranquilizo al ave y al hombre por un tiempo. Pero las ganas de volar libre no se irían tan fácilmente del pequeño animal que ansiaba internamente con surcar los cielos. Un día volvió a inquirir al hombre sobre los peligros del mundo exterior y le pidió que le enseñara a superarlos.
El hombre para que el ave no se vaya le relato de los grandes peligros de las tormentas, de las fuertes lluvias que podían mojar sus alas y no permitirle que las mismas reaccionen de la misma forma y así poder golpear contra un árbol. Entonces el ave le pidió que le enseñara como actuar en tormentas. El hombre mojaba al ave y con la ayuda de un ventilador practicaban vuelos bajo tormentas. Cuando los vuelos "bajo tormentas" eran perfectos el ave quiso salir a volar libre, pero el hombre le contó sobre los temibles depredadores que asechaban en el exterior. Entonces nuevamente el ave le pidió ayuda al hombre para enfrentar los depredadores. El hombre le enseño a esconderse, a elegir las ramas mas altas de los arboles y a mirar muy bien a todos lados al bajar a tierra para buscar comida y una vez aprendidas las lecciones el ave nuevamente quiso irse a volar libre. El hombre sistematicamente le contaba otro peligro del exterior que hacia que el ave se atemorizara y le pida ayuda al hombre para sortear esos peligros.
Un día, terminada la lección actual, el ave volvió a cuestionar si ya estaba lista para volar al exterior y al hombre ya no se le ocurrió que decirle al ave para que se quedara. Habían juntos practicado todos los tipos de peligros y el ave ya estaba lista para salir volando.
Y fue así que no le quedo mas remedio que decirle al ave que ya era libre para irse. Y ese mismo día el ave junto fuerzas, preparo sus alas, saludo al hombre prometiendole que si volvía a cruzar esa ciudad iría a visitarlo, le agredecio muchísimo por todo lo que había hecho por ella y sin dudarlo mas agito sus alas, levanto hermosamente vuelo y cruzo el muro que la separaba del exterior. Sin mirar atrás voló alejándose en el horizonte mientras el hombre con lagrimas recorriendo sus mejillas observaba como su pequeño pichón se alejaba.

Enseñanza:
- Disfrutar del momento y no aferrarse a las cosas. El hombre tuvo una grata experiencia, algo que llego a su vida para cambiar la rutina y darle a entender que hay mucho mas por hacer que comer y dormir. No aferrarse hacia el objeto que cambio nuestra rutina simplemente agradecerle e intentar seguir los pasos del ave, volar libre hacia las nuevas experiencias.

Dedicación:
A los padres y sus hijos, que enseñen todo lo que saben sin aferrarse a su vuelo libre de pájaro y cuando sea la hora precisa déjenlos volar del nido sin ataduras.



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